Doña María Coronel nació en 1334. Era la hija del Alguacil mayor de Sevilla y Consejero privado del rey Alfonso XI. Se casó con Juan de la Cerda, descendiente de Fernando III el Santo. Y aquí empiezan sus desgracias…
Unos años más tarde muere su padre decapitado por haberse sublevado contra el nuevo rey Don Pedro I “El cruel”. El esposo de María, cuatro años después, corre la misma suerte. Doña María Coronel vive triste y sola administrando los pocos bienes que le quedan.
Sin embargo, ajeno a la pena que ella pudiera sufrir, el Rey Don Pedro I se enamora perdidamente de ella quedando prendado de su belleza y porte sevillano, hasta el punto de perseguirla, acosarla e intentar secuestrarla en varias ocasiones.
Doña María Coronel y el rey Pedro I
Sin saber ya como remediar tal persecución, Doña María Coronel termina refugiándose en el convento de Santa Clara.
Un día los alguaciles del Rey entran a buscarla al hogar de las Clarisas con objeto de llevarla ante Don Pedro al Alcázar, pero las monjitas la esconden en una zanja junto a la Torre de Don Fadrique, allí la cubren con tierra por encima y se dice que se obró el milagro creciendo matas de perejil que disimularon el escondite de Doña María Coronel y no pudieron encontrarla.
Lejos de desistir, el mismo rey en persona acude al convento en busca de Doña María. Ésta vez no hubo tiempo de avisarla; acosada comienza la carrera huyendo de Don Pedro por las estancias de Santa Clara.
Cuando llega a la cocina, se ve entre la espada y la pared; no viendo otra solución que arrojarse aceite hirviendo sobre su rostro para desfigurárselo… A partir de ese momento, el Rey dejó de perseguirla.
Al morir Pedro I a manos de su hermano Enrique, el nuevo Rey ordenó que se le devolvieran sus bienes a las hermanas Coronel. Con la fortuna recuperada, María y Aldonza, su hermana, fundaron, en el solar del antiguo palacio de su padre, el convento de Santa Inés, donde se trasladaron en 1376 con las monjas del convento de Santa Clara (también conocido como el Real Monasterio de Santa Clara).
Allí vivió hasta su muerte el 2 de diciembre de 1411, con 77 años. Al morir fue enterrada en el coro de este convento. Con motivo de unas obras en 1626, al realizarse el traslado de sus restos, se encontró su cuerpo incorrupto, con el rostro y el cuello marcados por las quemaduras.
Cada 2 de diciembre, aniversario de su muerte, en la sevillana Iglesia de Santa Inés situada en la calle Doña María Coronel, se expone al público su cadáver.
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