Acompañado de árbol o no, el belén vive ahora un momento dulce en Sevilla, como demuestra la XXVII Feria del Belén visitable hasta el 23 de diciembre delante de la catedral. Pero, ¿cuándo se empezó a representar la Natividad? La primera pintura conservada está en las catacumbas de Domitila del siglo II, donde aparecen la Virgen, el niño y los Reyes Magos.
Más tarde se añadieron pastores, ángeles, el buey y la mula… Y el último en llegar fue San José, que no aparece hasta el siglo V, siempre en segundo plano y con cara de despiste, -cuando no de franco mosqueo-, calvo y con barba blanca. Esta representación del santo como anciano intentó justificar la virginidad de María durante toda la edad media, hasta que la contrarreforma católica del siglo XVI promovió un cambio de imagen. San José aparece entonces como un joven guapo, fornido y cariñoso con su familia, como vemos en la Sagrada Familia del pajarito de Murillo, modelo para padres díscolos que desaparecían para comprar tabaco (y nunca mejor dicho) rumbo a América.
Pero un belén es otra cosa: básicamente, figuritas móviles que se montan y desmontan cada Navidad. San Francisco celebró la primera misa del gallo con nacimiento incorporado en 1223, y franciscanos y clarisas expandieron esta costumbre por toda Europa. Aparecen así en las iglesias figuras de madera policromada de tamaño natural. Más tarde, cuando la aristocracia adapta el belén a sus casas, las figuras reducen su tamaño y se hacen de barro policromado, más barato y fácil de manipular. La dinastía Borbón, reinante también en Nápoles, trae a España la nueva moda del belén napolitano barroco, lleno de ruinas romanas, ángeles voladores y lujosas telas encoladas.
De la fusión con nuestra tradición imaginera, más pausada y de idealizada belleza, surgen algunas de las características del belén sevillano: representación de tipos y profesiones populares, escenografías locales y la presencia del agua. A esto hay que sumar la dulzura y cotidianeidad que imprimía Luisa Roldán, La Roldana, (1652-1706) a sus belenes, obras de pequeño formato con las que la escultora oficial de Carlos II intentó inútilmente capear la ruina.
Como belenes en Sevilla hay muchísimos, os indico tres céntricos, curiosos e, importante, sin colas. El de Santa Rosalía (c/ Cardenal Spínola, 8), el del Ayuntamiento y el de la hermandad de Veracruz (c/Baños, s/n), dónde además del belén ambientado en Alcalá de Guadaira podéis ver los recién restaurados Baños de la Reina Mora.
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